jueves, 4 de abril de 2013

La orquesta Simón Bolívar se presentó en el Teatro Colón


Buenos Aires (Télam) - En su debut en el país en 2011 había evocado la superación del romanticismo mediante la obra de Gustav Mahler, anoche interpretó, en su segunda visita, "La consagración de la primavera" de Igor Stravinski, que impugna los axiomas de esa tradición musical. 

Bajo la dirección del maestro Gustavo Dudamel, la Simón Bolívar (máxima expresión del Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela, conformada por músicos de entre 18 y 28 años) ratificó anoche en el Teatro Colón su audacia en la elección de repertorios y su vigor expresivo en la ejecución.

Así, una vez más, la formación orquestal refrendó la pacífica coexistencia entre su enorme tarea pedagógica (que Sistema alcanza a 350.000 jóvenes venezolanos) y el mayor rigor académico.

Si bien en 2011, en su estreno en el Colón, a través de la Sinfonía Nro. 7 en Mi menor de Mahler, la Simón Bolívar ya había entregado una mirada crítica de la tradición romántica, anoche con Stravinski propuso el ensayo histórico que esmeriló sus bases.

Desde ya que la estructura de "La consagración de la primavera" no obedece a ninguna de las convenciones formales heredadas del clasicismo musical y luego asumidas por el romanticismo.

Es así que no se despliega la conducción temática tradicional con el esquema de exposición-desarrollo-reexposición; y las formas de segmentación no aparecen tampoco alteradas sino confundidas y hasta desvanecidas en una línea melódica irregular.

El ritmo, justamente el rasgo musical que menos se desarrolló en la etapa homófona, es el patrón que conduce el discurso, con un pulso en apariencia desordenado y con una vocación por la síncopa como herramienta para romper la repetición.

A continuación, y a modo de afirmación de su pertenencia latinoamericana, la Orquesta Simón Bolívar interpretó "La noche de los mayas", del mexicano Silvestre Revueltas, a partir de la música que el compositor escribió para el filme, del mismo nombre (1939), de Chano Urueta.

Aquellos fragmentos de esa expresión del cine político, consustanciada con el movimiento revolucionario mexicano, adoptó recién en los ´60, por la labor de José Ives Limantour, la forma de cuatro bloques que anoche ofreció la orquesta.

Otra vez una línea percusiva fuerte y una línea melódica forjada sobre una tradición del folclore local -como tantas veces expone la música académica- marcaron la línea predominante.

La potencia interpretativa de la orquesta fue celebrada por una inmensa ovación desde todos los sectores del Colón, atiborrado de banderas venezolanas y poblado por un público más joven que el que transita habitualmente la sala.

Ese fervor, que obligó a un extenso y wagneriano ciclo de bises, no impidió que Dudamel ofrendara el hecho artístico de la noche a las víctimas del temporal que afectó a la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires.

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